la importancia de la voz del comunicador interno

Un beso de amor verdadero para el comunicador interno

Admirada tú serás si callada siempre estás,
sujeta bien tu lengua y triunfarás.

¿Les suena? ¿Todavía no? Imaginen un escenario rodeado de burbujas marinas y oscuridad, y ahora pónganle música. La sirenita escucha, mientras que la bruja pulpo le canta esta canción. Y por algo es la mala de la historia (conocida gracias a la película de Disney de 1989, que se basa en el cuento del escritor danés Hans Christian Andersen).
¿Por qué traemos esta historia a colación? Porque a los comunicadores lo peor que nos puede pasar es quedarnos callados. Pero sabemos que, lamentablemente, ocurre mucho más seguido de lo que nos gustaría: 
“No hay nada que comunicar”
“Esto no le interesa a nadie”
Palabras más, palabras menos, son situaciones que se han dado en más de una empresa con la que trabajamos en asesoramiento. ¿No hay nada que comunicar? Comunicar no es únicamente dar una novedad: comunicar puede ser reforzar un mensaje para lograr su recordación, dar el ejemplo para generar un hábito, y todo lo que se imaginen porque, como decimos siempre, todo comunica. 
Aún así “Nadie lee lo que escribo”. De alguna manera, si realmente es importante comunicar algo, tenemos que encontrar la voz para decir lo que está sucediendo de manera interesante. Porque comunicar se trata, entre otras cosas, de encontrar la propia voz, la voz adecuada para cada situación (escucha de por medio) que nos permita lograr el interés de nuestros interlocutores y ¡no perderlo (ni perder nuestra voz) en el camino!
Necesitamos que nuestra voz sea potente y una a todas las personas bajo un mismo propósito, a través de nuestras distintas comunicaciones. Y no nos confundamos, una voz potente no necesita de un grito. Necesita principalmente de tres cosas:

  1.     Convicción
  2.     Apoyo
  3.     Escucha

El primer punto depende 100% de nosotros mismos; de pasión por comunicar, de reconocer su importancia, de buscar siempre la forma de encontrar una noticia en donde parece no haberla, de buscar la creatividad en cada frase y en cada acción para lograr el impacto que queremos.
Para el segundo punto, en cambio, los románticos dirán que se necesita “un beso de amor verdadero” (como apoyo necesario para poder recuperar esa voz que, al igual que la sirenita, pudimos haber perdido). Desde Vector C no creemos que sea tan así. Obviamente que sí se necesita apoyo, pero no nos va a llegar si esperamos pasivamente. Tenemos que salir a convencer a “nuestros príncipes del directorio” sobre la importancia de la comunicación y que ese beso se transforme en presupuesto (¿dónde quedó el romanticismo, no es cierto?). 
Hablando de directorios, en muchas empresas, en lugar de príncipes allí nos encontramos con Tritón (rey del mar y padre de la sirenita en la versión cinematográfica): alguien sobreprotector, controlador, que no está dispuesto a dejar 100% libre a su “hija” -la CI-, ni está preparado para que deje de ser una adolescente y se convierta en adulta (“No me levantes la voz jovencita; mientras vivas bajo mi océano, obedecerás mis reglas” es una de las líneas más famosas de Tritón en la película). En definitiva, se trata de alguien que teme las consecuencias de que la sirenita encuentre su propia voz. Y a quienes encarnan a Tritón (más reacios de dar el brazo a torcer que los príncipes azules), también tenemos que salir a convencerlos para que nos brinden su apoyo.
Para el tercer punto (la escucha), ahondemos un poco más en el choque de personalidades del rey del mar que prefiere la seguridad de su reino, versus la de su hija adolescente que quiere romper con esos límites, salir a explorar, ver qué hay más allá de lo conocido. En psicología, el mar representa lo inconsciente, lo desconocido. Aunque para la sirenita esto sería al revés y lo desconocido estaría asociado a la superficie terrestre, para nosotros (comunicadores internos) bien vale la metáfora del mar para representar los peligros de las profundidades, los tiburones y los monstruos marinos. Sin embargo, no dejemos también de asociarlo a tesoros perdidos, incluso a ciudades enteras extraviadas bajo el agua, porque ello nos dará el ánimo de enfrentarnos a lo desconocido para llegar a esos tesoros. 
Salir a escuchar lo que la gente tiene para decir puede asustarnos; no todos los CEOs están dispuestos a enfrentarse a los “monstruos marinos” que podrían llegar a salir de la boca de sus colaboradores. No obstante, tal como expresamos líneas arriba, sin ese enfrentamiento no podremos llegar “al tesoro”, a una CI estratégica, de impacto, relevante y potente, como nuestra voz.
Mantengámonos inquietos y no nos rindamos ante los obstáculos que el directorio nos ponga a la hora de salir a comunicar. Puede que encontremos a alguna bruja pulpo en el camino, pero nada que una buena comunicación interna con voz propia no pueda neutralizar.