La prueba de la agilidad

Como a cualquier héroe o heroína que se aprecie, hace un tiempo atrás, poníamos a la comunicación interna a pasar por una serie de pruebas para demostrar su valor. Después de todo, si Harry Potter, Indiana Jones y hasta Guybrush Threepwood (solo para entendidos) debían pasar tres pruebas para lograr sus metas (por no hablar de Sócrates, que ya basta de tanta filosofía…) ¿por qué no poner las manos en el fuego por nuestra amada disciplina? Vamos a ello.

La segunda parte de “La Justa de la Comunicación Interna”: la prueba de la agilidad

Ya hace años que la cuestión de comunicar rápido está tomando importancia y, por ello, a la hora de hacer planes estratégicos, monitores para el seguimiento de indicadores o auditorías de comunicación interna, utilizamos la noción de “oportunidad”. ¿Llegan los mensajes en el momento más oportuno?

Podríamos ponerlo en otras palabras: ¿cómo venimos con el “timing” de lo que comunicamos?

Esta cuestión preocupa cada vez más a los comunicadores porque con los pasos agigantados que fue dando la tecnología en la última década la información no circula… más bien “vuela”. Todos los empleados, con sus dispositivos, pueden circular un mensaje de manera exponencial tan rápido como estás leyendo esta oración.

Estar preparado para superar esta prueba

Muchas veces, en las historias de ficción, los héroes necesitan objetos, herramientas, tesoros o reliquias para superar los desafíos a los que se los somete. En este caso, un responsable de comunicación no será la excepción. ¿Qué hará falta? Pues “la confianza”. La agilidad implica resolución y diligencia. En otras palabras, requiere evitar el camino de la burocracia administrativa o de la corroboración. Un escenario de múltiples validaciones, de temor a decidir qué cosas se pueden decir o no por posibles sanciones, de líderes que no pueden delegar en quienes son expertos en el arte de comunicar o de simple falta de coordinación, socaba toda posibilidad de que la comunicación interna supere esta prueba. Es decir, la agilidad requiere que el comunicador sea poseedor de la confianza de los decisores, pues para pasar esta prueba hay que evitar dudas, temores, malos entendidos, idas y vueltas. Los mecanismos tienen que estar realmente engranados y aceitados para que las cosas sucedan sin iteraciones.

Por supuesto, además de esta “reliquia” a la que llamamos “confianza” hay que tener un entrenamiento. A ver… que Luke Skywalker pasó una temporada con Yoda antes de enfrentarse a su desafío. Y, además, la confianza no se gana sin demostrar resultados a través de mucho hacer y hacer. El ser ágil, requiere tener un ejercicio previo de gran dominio del relato en el que los “mensajes ágiles” se insertan. Hay que tener muy claros los focos, con sus respectivos matices y puntos de vista para la organización en cuestión. Hay que dominar el universo semántico y estilístico que da un marco de contención para comunicar rápidamente.

Por último, hay que tener muy claro con quién se cuenta para resolver velozmente. A ver: Frodo tenía a Sam, Han Solo a Chewbacca, Harry a Hermione y a Ron y Katniss a un equipo enorme haciendo la revolución. Ningún héroe o heroína va en solitario. Entonces, ¿Por qué un equipo de comunicación interna lo haría? Para actuar rápido y poder anticipar la necesidad o, en el peor de los casos, el rumor, será una buena idea tener aliados para pasar esta prueba de la agilidad. Es decir, saber qué personas (de todos los niveles jerárquicos) son amigos de nuestra causa y contar con ellos con diferentes roles posibles: como radares de temas importantes, como vehículos de nuestros mensajes o, por último, como un soporte de feedback para poder mejorar en el qué, el cómo y (sobre todo para esta prueba) en el cuándo.

Una prueba a la que todos nos hemos enfrentado recientemente

Lo cierto es que en el contexto pandémico que estamos viviendo, la agilidad, ha cobrado mucha relevancia. Hemos pasado meses en los que había que satisfacer muchas necesidades informativas y de contención en un contexto que cambiaba minuto a minuto. Podríamos decir que casi todos los comunicadores han pasado esta prueba recientemente. Y, quién no la haya superado, con certeza ha pasado un proceso de cambio en sus procesos, equipos y ecosistemas de medios para poder estar a la altura de este desafío.

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