El cambio a través de los colaboradores
Ya hemos hablado largo y tendido acerca de los vehículos de Comunicación Interna, las áreas sensibles y tangibles por las que transitan, y también de los colaboradores destinatarios de los mensajes que transportan dichos vehículos, de sus roles y sus responsabilidades. Pero, ¿qué pasa con ellos cuando los mensajes llegan con el impacto deseado? ¿Producen algún cambio, o todo sigue igual?
Cambio en potencia
Un colaborador es un potencial agente de cambio; para llegar a serlo, será necesario contar por un lado con la habilidad del responsable de Comunicación Interna (que sabrá interpretar necesidades de información por un lado y de informar por el otro). Pero, además, se requiere también un trabajo interior, propio del colaborador. Se precisa llegar a ese rincón al que el área de Comunicación Interna no tiene acceso directo, pero sí algunas herramientas a disposición para, al menos, acercarse. Este lugar privado, oculto, es aquel al que denominamos zona sensible de la Comunicación Interna.
Lo cierto es que para convertirse en un verdadero agente de cambio, se requiere la realización del objetivo empresarial a la vez que la realización personal. Es necesario poder conectar ambos objetivos. Sentirse pleno (laboralmente) trabajando para esa determinada organización. Formar parte de la misma no solo en los papeles, no simplemente ocupando un espacio en el escritorio. Realizarse como colaborador, conectar con la empresa, saberse útil, valorar lo que ella le ofrece y tener más valor agregado para ofrecer a cambio.
Los agentes de cambio
En la medida en que el área de Comunicación Interna colabore con esta conexión, el colaborador pasará a ser un verdadero agente de cambio, y comenzará a dar retorno a la organización. ¿Qué se necesita para lograr esto? No hay una fórmula mágica. Se requiere que hayamos decodificado bien los focos, que hayamos puesto a disposición los vehículos adecuados, que los colaboradores se hayan sentido escuchados.
Por su parte, cada colaborador deberá entender cómo colabora él para alcanzar los objetivos organizacionales, y ver cómo alcanzando los mismos logra llegar a los propios. Debe cambiar su mentalidad, la mirada sobre su trabajo y el aporte que pueda generar. “Para esto estudié, para esto me capacité, aquí están puestas mis ambiciones”. No es lo mismo que piense que la tarea es picar piedras que construir una catedral. Depende de cómo lo estemos comunicando.
El retorno esperado
Cuando finalmente un colaborador se convierte en agente de cambio, puede darle un retorno a la organización, alcanzando los objetivos y yendo más allá de los mismos. Esto es lo que inicia el círculo virtuoso de la Comunicación Interna. Los agentes de cambio son protagonistas responsables, porque en cada mensaje pueden estar colaborando con la misma o contaminándola. Pueden ser tractores o detractores.
El círculo virtuoso se completa cuando llega la magnitud, el índice de éxito de la Comunicación Interna. Es necesario el monitoreo, para medir si estamos llegando o no a los objetivos que definimos, para no ejecutar a ciegas. El círculo no cierra a menos que salgamos a escuchar, a pedir feedback.