La prueba de la agilidad en los entornos cambiantes
La agilidad en los entornos cambiantes es un test o prueba al que nos hemos enfrentado recientemente. Hemos vivido meses en los que había que satisfacer muchas necesidades informativas y de contención en un contexto que cambiaba minuto a minuto. Podríamos decir que casi todos los profesionales de la comunicación interna han pasado esta prueba (en su mayoría en forma exitosa). Y, quien no la haya superado, con certeza ha atravesado un proceso de cambio en sus procesos, equipos y ecosistemas de medios para poder estar a la altura de este desafío.
Un leopardo de las nieves
Lo que tal vez aún no hemos aprendido del todo es que agilidad no es sinónimo de velocidad, sino que incluye el término, pero abarca mucho más. Implica la posibilidad de adaptarse al entorno en el momento en el que se lo requiera. De ser más o menos visibles, de poder resaltar o camuflarse a tiempo. Nos gusta pensar en el leopardo de las nieves.
En otras palabras, implica «tener cintura» o flexibilidad, además de resolución y diligencia. Requiere evitar el camino de la burocracia administrativa o de la corroboración. Un escenario de múltiples validaciones, de temor a decidir qué cosas se pueden decir o no por posibles sanciones, de líderes que no pueden delegar en quienes tienen la experiencia en el arte de comunicar, o de simple falta de coordinación, socaba toda posibilidad de que la comunicación interna trabaje de forma agile. Es decir, la agilidad requiere que el área CI sea poseedora de la confianza de quienes están en la toma de decisión, pues para pasar esta prueba hay que evitar dudas, temores, malos entendidos, idas y vueltas. Los mecanismos tienen que estar realmente aceitados para que las cosas sucedan sin iteraciones. Y para que -de existir alguna complicación- sea posible torcer el volante a tiempo.
La agilidad requiere que el área CI sea poseedora de la confianza de quienes están en la toma de decisión.
Por supuesto, además de esta reliquia a la que llamamos confianza hay que tener un entrenamiento (pues se trata de un cambio de mindset). Y, además, la confianza no se gana sin demostrar resultados a través de mucho hacer y hacer. El ser ágil requiere tener un ejercicio previo de gran dominio del relato en el que los “mensajes ágiles” se insertan. Hay que tener muy claros los focos, con sus respectivos matices y puntos de vista para la organización en cuestión. Hay que dominar el universo semántico y estilístico que da un marco de contención para comunicar oportunamente.
Por último, hay que tener muy claro con quién se cuenta para resolver ágilmente. Para poder anticipar la necesidad o, en el peor de los casos, el rumor, será una buena idea tener alianzas, saber qué personas (de todos los niveles jerárquicos) son amigas de nuestra causa y contar con ellas con diferentes roles posibles: como radares de temas importantes, como vehículos de nuestros mensajes o, por último, como un soporte de feedback para poder mejorar en el qué, el cómo y el cuándo.
Para poder anticipar la necesidad o, en el peor de los casos, el rumor, será una buena idea tener alianzas.
Hacia un mindset agile
La agilidad requiere de un cambio cultural muy grande, ya que implica promover un mindset ágil. Debemos tener la predisposición para cambiar nuestras creencias, solo así podremos adaptarnos a los cambios y entregar valor, romper jerarquías y espacios de poder. Por eso, hacer agilidad implica estar todo el tiempo en modo aprendiz, probando cosas y aprendiendo cada día qué funciona y qué no. Si creemos que los pasos que hay por seguir están tallados en piedra, entonces la agilidad no es el camino. En cambio, si estamos en modo «prueba y error», tal vez sí lo sea.