¿Por qué tantos temores?
En una nota que publicamos algunas semanas atrás, analizábamos el tema de las prohibiciones que muchas empresas ponen cuando se trata de permitirles a los colaboradores ingresar a sus redes sociales personales durante el horario laboral. En el presente posteo nos gustaría retomar y profundizar el tema y abordarlo desde su raíz: ¿por qué es que se dan estas restricciones?
Temor a que se hable mal de la empresa
Como hemos comentado en artículos anteriores, la línea entre la Comunicación Interna y la Externa es sumamente débil. Lo cierto es que la información, por no ser algo tangible, tiene el poder de traspasar las paredes organizacionales cada vez que un colaborador (proponiéndoselo o no) lo disponga. Las redes sociales vinieron a agrandar la grieta que está tirando abajo este muro imaginario, pero no son las “demoledoras” exclusivas de esas paredes (el adentro y el afuera vienen cruzando sus límites desde siempre; antes de las redes estaba el correo electrónico, antes del correo el móvil, antes del móvil el teléfono, antes del teléfono el fax… ¿continuamos?). De hecho, en un mundo en el que la información vuela, si te cierras te atrasas. Entonces, ¿por qué tanta prohibición ante las redes?
Prevención para que no se difunda información confidencial
Es cierto, el riesgo existe. Pero como vimos en el punto anterior, no es un riesgo que haya aparecido con las redes, sino que viene de mucho tiempo atrás y se relaciona no con la tecnología, sino con la capacidad del ser humano de comunicarse. Por eso insistimos en que más que prohibir, hay que capacitar. Comunicar acerca de usos y abusos, “do’s” y “dont’s”, actitudes deseables y no deseables. No son pocas las organizaciones que han tomado la decisión de capitalizar la situación; recordemos que los colaboradores pueden ser los voceros más potentes de una compañía, y es mejor que estén alineados con lo que la empresa quiere decir. Claro que abrir el juego de esta forma (aunque de nosotros no dependa) podrá traer aparejadas crisis para lo cual el equipo de comunicación (externa) deberá tener preparadas las posibles respuestas y planes de acción.
Riesgo de que los colaboradores se distraigan de sus tareas y quehaceres
La pérdida de productividad como “excusa” tampoco es válida en este caso. ¿Acaso no se “perdía tiempo” antes de las redes sociales? Y lo planteamos entre comillas, ya que muchas veces es esa “pérdida de tiempo” el momento que necesita el colaborador para inspirarse y volver a hacer su trabajo. No somos máquinas. Los descansos que antes se hacían en la sala de café, hoy son muchas veces reemplazados por una rápida lectura del timeline y el envío de dos o tres tuits. Porque nos guste o no, el móvil es ya casi una parte más de nuestro cuerpo, una extensión de la mano. Muchas relaciones comienzan por esa vía, y en la gran mayoría de las veces la continuidad de las mismas depende en la actualidad de este aparatito. Incluso las laborales.
Sea como sea, las prohibiciones no suelen funcionar, mucho menos hoy en día donde cada red tiene su app, y cada empleado tiene su celular. Entonces, ¿qué hacer al respecto? “Siempre pienso que la gran mayoría de las organizaciones no aprovecha al 100% el potencial que las redes (privadas) de sus colaboradores pueden llegar a tener. ¿Están hablando mal de ti? Por algo será. Posiblemente no hayan encontrado dentro de la empresa el espacio para que te cuenten qué va mal. ¿No están hablando de ti? Tal vez estaría genial que sí lo hicieran (sobre todo si te interesa gestionar tu marca empleadora). ¿Hay algún tuitstar o influencer dentro de los colaboradores? Sería bueno saberlo y tenerlo de aliado”, nos cuenta Florencia Giaquinta, consultora de Comunicación Interna y parte de nuestro equipo de redes sociales.
Hemos analizado los problemas aparejados a la prohibición del uso de redes sociales, y también las posibles razones por las cuales existen aún muchas empresas que deciden continuar haciéndolo. En un futuro posteo veremos la forma en la que levantar esta prohibición podría ser capitalizada por parte de las organizaciones. ¡Nos leemos!