Las respuestas a nuestros problemas están entre nosotros
Hace pocas semanas ADCA (Asociación de Desarrollo y Capacitación Argentina) nos invitó a compartir un webinar con sus asociados sobre CI en contexto pandémico.
Tuvimos oportunidad de acercarles nuestra metodología y algunos casos que gestionamos; y, a través de un rico ido y vuelta, con sus preguntas y experiencias compartidas terminamos haciendo mucho foco en la realidad multifacética que suele tener el responsable de comunicación interna en las organizaciones.
Esta función en muchos casos es llevada adelante por personas que tienen varios sombreros puestos: CI, RH, Mkt, RRII, etc. Por eso, una de las principales conclusiones a las que llegamos en nuestro encuentro fue que la comunicación interna necesita ser asertiva y apalancarse en la ecuación gestión-impacto.
Lograr asertividad es posible si descentralizamos la CI. ¿En qué sentido? Haciendo responsables a todos los colaboradores, tanto de su rol emisivo (en cuanto comunicadores) como de su rol receptivo (en tanto escuchadores de sus equipos e incluso de sus propias inquietudes, emociones y necesidades de comunicación). Es decir, pasar de tener un equipo de CI de una persona, a que el equipo sea de tantas personas como colaboradores tiene la compañía.
Pero en nuestro contexto actual no se trata de la escucha per se, sino específicamente de la “escucha-COVID-19”.
¿Cuáles son las herramientas de escucha más efectivas en este contexto?
Las herramientas ideales varían según cada caso: encuestas online (perfectamente implementables en situación de virtualidad), llamadas telefónicas individuales, guías de pauta para que los supervisores o jefes directos contesten con o en nombre de sus equipos de trabajo, reuniones virtuales de grupos reducidos, etc.
Sin embargo, no es tanto el cómo, cuanto el qué. Perder la oportunidad de la escucha por no encontrar la herramienta ideal es no ver la potencialidad que tiene.
El simple hecho de escuchar es decodificado por el otro como un acto de interés genuino: “importa mi opinión, mi comentario, mi experiencia”. Esto conlleva un doble plus: cercanía en medio de tantas frías pantallas + acompañamiento de sus necesidades.
Pero, además, me trae soluciones a lo que no puedo resolver solo en ninguna oficina (y menos ahora en una habitación de mi casa). Las respuestas de la gente me pueden trazar el camino correcto. Asimismo, escucharla “la pone de mi lado”, la compromete con las acciones que propone o que surgen a partir de su inquietud y entra en acción el concepto de “equipo”.
¿Cómo lograr que una persona que no tenía el hábito de escuchar comience ahora a ver los beneficios de hacerlo?
Este es el gran desafío del momento para la CI (si es que no lo ha sido siempre). Por eso, hoy más que nunca se trata de insistir con los beneficios de la escucha para las personas reacias a hacerlo. Y no olvidarse de que, si buscamos que un mando de conducción comience a valorar las mediciones en comunicación interna, no hay nada más convincente que los resultados. Y en ese sentido, todo suma… tendencias, porcentajes, inclusive una cita testimonial.