#CasosCI: el “NO” más grande de la Comunicación Interna
“En los negocios, cada desafío es superable con el equipo adecuado. Y creo que hemos estado construyendo el equipo correcto estos últimos años. Hasta hoy, no había ningún problema que no pudiéramos resolver juntos. Eso es lo que hace que esta situación sea tan dolorosa. Decirle adiós a algunos de los miembros más increíbles, inteligentes, rudimentarios, divertidos, cariñosos y dedicados de nuestra Familia de las Aves por razones totalmente fuera de nuestro control, duele profundamente”. Este fragmento es parte del correo que el CEO y fundador de Bird, la empresa de renta de scooters, envió -luego del despido masivo del 30% de su plantilla- a los colaboradores que tuvieron la suerte de permanecer en la organización. Un mensaje triste, difícil de recibir, pero muchas veces, dada la situación coyuntural por la que atraviesa el planeta, comprensible.
Hasta aquí nada nuevo: son muchas las organizaciones alrededor del mundo que se han visto en situaciones similares de despido y de necesaria contención a “los que se quedan”. Sin embargo, algo huele a podrido en Bird. Y la causa de este mal olor, al igual que en Hamlet, también se relaciona con la traición. Porque a 400 de los “miembros más increíbles, inteligentes, rudimentarios, divertidos, cariñosos y dedicados de la Familia” (es decir, a ese 30% de la plantilla que mencionamos que fue desvinculado) se los despidió sin previo aviso, a todos juntos, en una reunión de Zoom de dos minutos de duración, con una voz sin rostro y no identificada del otro lado de la pantalla que simplemente se dedicó a informar que ya no serían parte de la “Familia”. Y tan pronto como el mensaje fue entregado, los ex colaboradores dicen que sus portátiles de trabajo fueron bloqueadas remotamente de los sistemas de la compañía.
Queda entonces muy clara la postura de la empresa: en el discurso, es una familia muy apenada y adolorida por la pérdida de nuestros compañeros. En los hechos, es un negocio a pérdida que manda a una voz en off 100% impersonal a despedir masivamente a sus empleados. Esta forma de accionar es desconocer no solo sobre empatía, psicología o comunicación sino que también implica el no reconocer al otro como persona. No dar lugar a preguntas, ni a respuestas. No permitir saber quién es el interlocutor que se esconde detrás de una cámara apagada (y que jamás se presentó). No permitir una catarsis, un feedback, una explicación personalizada, un “uno a uno” con su jefe. No pensar tampoco en los que quedan (¿qué tanto compromiso puede esperarse de ellos? ¿Qué niveles de confianza y credibilidad tendrán en sus líderes y en la empresa en general viendo cómo la compañía se ha comportado con sus colegas despedidos?)
En el comienzo de este artículo de opinión citábamos a Hamlet, una obra que no trata sobre organizaciones poco empáticas, pero bien podría hacerlo: “la ardiente resolución original (el propósito, el sentimiento de pertenencia, la familia) decae al pálido mirar del pensamiento (el negocio está dando pérdidas)”.
Así, ¡oh, conciencia!, de todos nosotros
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada,
torcieron rumbo, y sin acción murieron.
De algo estamos seguros: la muerte de la empresa comienza cuando sus colaboradores dejan de creer en ella.