¿Reír para no llorar?

Uno de los recursos más solicitados en Comunicación Interna es el del humor. Enfrentando la realidad y el ridículo, el humor pone a los colaboradores en un lugar de receptividad de la información y puede llegar a palear una situación de crisis, reforzando la actitud. ¿O acaso los memes no son los que nos dan un poco de alegría y ánimo renovado en contexto de Coronavirus, donde las buenas noticias no abundan?
La psicología positiva, que estudia las emociones y los estados positivos, aloja a la risa y al humor en un lugar protagónico. Será porque el humor positivo promueve la creatividad, la flexibilidad y la cooperación, todas cualidades necesarias para el mundo corporativo, más allá de su situación contextual.
Hay diferentes tipos de humor. Colores y adjetivos los categorizan.
El humor rojo, por ejemplo, limita lo “políticamente incorrecto”, pero lo dosifica tan bien que a veces es efectivo. Genera esa incomodidad aún autorizada, que no necesita validaciones.
El humor verde es más osado, apela a los sentidos y roza el atrevimiento y la provocación.
El humor blanco o humor familiar, no contiene connotaciones ni denotaciones negativas como lo pueden ser la burla, la ironía, el cinismo… es apto todo público y toma al factor sorpresa como elemento central.
El humor negro es el que juega con situaciones que deberían generar lástima, piedad o terror. Cambia la perspectiva, cuestionando o analizando situaciones sociales serias, mediante la sátira.
No pretendemos teorizar ni encasillar al humor -que cuanto más espontáneo, más efectivo-, sino realizar un preámbulo que nos presenta una herramienta corporativa, versátil y altamente poderosa.
Algunos tips útiles a la hora de incorporar el humor puertas corporativas adentro:

¿Qué tener en cuenta?
  • Alinearlo con la cultura corporativa. Ese ADN, lo que somos como organización, lo que valoramos de ésta. Reglas internas inquebrantables.
  • El respeto ante todo. Quienes componemos una organización, pertenecemos a mundos (etarios, generacionales, geográficos, etc.) diferentes. El humor a costa de algo que puede ser ofensivo, no debería ser una opción. Prioricemos nuestra convivencia diaria y la meta que tenemos en común como institución.
  • Definir un objetivo. El humor no escapa a la gestión de Comunicación Interna. Y como todo mensaje interno, genera un efecto en el otro. Por eso debe estar claro qué es lo que buscamos comunicar y revisar si el humor es o no la forma, total o parcialmente.
¿Cómo?
  • Buscar referencias. Memes, chistes, anécdotas graciosas, discursos de humor de ciertos autores, que ayuden a encontrar aquel humor con el que la organización se puede sentir cómoda, receptiva a mensajes que con este recurso pueden permear mejor.
  • Hacerlo colaborativo. Invitar, mediante consignas y desafíos, a que colegas generen su propio código de humor. Hacerlos partícipes del resultado, de manera que lo defiendan y decodifiquen adecuadamente.
  • No presionarnos a encontrar la fórmula del éxito. Instalar el recurso ya nos abre puertas, que luego podemos plasmar en diferentes soportes, medios internos, espacios. No apuntemos a ser los más divertidos y originales la primera vez, siempre habrá oportunidades para ensayar y reinventar el humor. Hasta Les Luthiers trabaja así.
  • Encontrar guiños personalizados. La cultura corporativa es única en cada caso. Eso implica una historia, una trayectoria, anécdotas, situaciones y casos a los que se puede remitir desde el humor y que harán empatizar a los interlocutores con su realidad laboral.

Memes, gifs, videos boomerang, personajes creados ad hoc, stand ups internos, giros discursivos, imágenes autoreferenciales, un tema musical con letra modificada, vínculos con el contexto o una situación interna en particular… cada cosa por separado o la combinación de todas. El medio de expresión perfecto para cada organización derivará de una estrategia previa y de cómo el humor contribuirá con su realización.
Ya lo sabemos: hay humor de todos los colores y para todos los contextos. Hagámoslo con una sonrisa, entonces.