Redes sociales: desafío y oportunidad

Existen todavía numerosas organizaciones que intentan restringir el acceso a las redes sociales por parte de los colaboradores en horario laboral, y se muestran a veces muy recelosas del uso de las mismas y de las menciones que puedan llegar a hacerse acerca de la empresa incluso fuera del horario de 9 a 18.

Para ponerlo en números, un estudio del grupo RUHO en conjunto con la Universidad Abierta Interamericana, realizado en Argentina, arrojó que algo menos de un 40% de los entrevistados no suele chequear estos sitios en el horario laboral. Y que en el 15% de los casos, esto es porque su empleador directamente lo prohíbe. Esta restricción, que las empresas seguramente ven como favorable para sus negocios, ¿no se convierte acaso en una oportunidad perdida?

“Creo que si tuviera que ingresar a trabajar en una oficina y me prohibieran acceder a mis redes sociales dentro del horario laboral, renunciaría a la semana. Porque las redes son parte de mí: mi espacio para hacer catarsis, para sociabilizar, para inspirarme, para darme esos 5 minutos de aire que cualquier persona necesita luego de 60 minutos ininterrumpidos de concentración” nos cuenta Lucía (quien prefirió no publicar su apellido), de profesión publicista, de 26 años de edad (millennial en todo su esplendor). “Esto, que en principio puede sonar lógico desde el punto de vista de la ‘pérdida de productividad’ (lógico si lo miramos desde la lupa del año 2004), se presenta más como una pérdida de oportunidades que como beneficio para el negocio, porque estaría trabajando desmotivada”, se explaya.

El testimonio de Lucía es tan solo uno, pero nos animamos a creer que es representativo de toda una generación. Las empresas que desoyen esta manera de pensar, pueden estar perdiéndose gran parte del talento, que seguramente opte por ingresar a trabajar a una organización que les ofrezca no solo un mejor salario o beneficios (ya que no todo pasa por ahí), sino la posibilidad de sentirse cómodos en su lugar de trabajo, sin prohibiciones, con total confianza en sus capacidades de trabajo y de discernimiento (capacidades que, de todas formas, pueden entrenarse. Y es ahí, queridos comunicadores y profesionales de los Recursos Humanos, donde entramos nosotros).

Al final de cuentas, imposibilitar el acceso a redes sociales se trata de una desconfianza hacia el colaborador; miedo a que no haga bien su trabajo, temor a que no sepa manejar información sensible o a que no esté contento en la empresa y salga a hablar en consecuencia (sobre lo que ampliaremos en un futuro posteo). Y estos temores pueden anticiparse y manejarse o hacerse realidad (haya redes sociales, o no, a disposición). Charlas sobre seguridad digital, información sobre el buen y mal uso de las redes, y la comunicación (o creación) de una política muy clara acerca de las menciones de la organización son solo algunas de las cosas que el departamento de Comunicación Interna podría incluir en su radar.

Porque las redes sociales pueden representar un desafío, no lo negamos. Pero también una enorme oportunidad de darle voz propia a los empleados, de demostrarles confianza plena y de levantar las posibles barreras que impiden atraer a los mejores talentos de las nuevas generaciones.

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