Los “peores comunicadores del mundo”
Hoy traemos un claro ejemplo de por qué saber hablar no es lo mismo que saber comunicarse (no nos parece que haga falta aclararlo a esta altura del partido, pero nunca está de más hacerlo, ¿no es cierto?). Esto es algo que repetimos reiteradas veces cada vez que damos conferencias o formaciones sobre Comunicación Interna, porque nos parece sumamente importante. Y si no, lee el caso a continuación.
Hace algunas semanas llegó a nuestras manos un artículo que la BBC publicó tiempo atrás en su sitio, titulado: “los hablantes de inglés nativos son los peores comunicadores del mundo”. Qué fuerte. Un título así nos convenció y entramos a ver de qué se trataba la nota: comenzaba contando una anécdota tal vez graciosa para los no afectados, pero que desató inmensas pérdidas financieras (estamos hablando de cientos de miles de dólares) para una compañía multinacional.
La cosa es así: un empleado (angloparlante) envió un correo a un colega cuya primera lengua no era el inglés (si bien lo hablaba y entendía bien). Hasta ahí, ningún problema. Sin embargo, había una palabra que podía interpretarse según dos significados distintos. Y, citando la ley de Murphy (si algo puede salir mal, va a salir mal), quien recibió el correo obviamente eligió actuar según el significado erróneo*.
¿Dónde estuvo el error?
Consideramos que el principal impedimento para lograr la comunicación estuvo (y suele estar muchas veces) en delegar la responsabilidad en quien recibe el mensaje. Por lo general siempre se habla de “fue un malentendido”, y pocas veces nos hacemos cargo del proceso de emisión. Trabajar estas habilidades comunicacionales a la hora de comunicarnos es fundamental para minimizar la probabilidad de errores en la interpretación (probabilidad muy elevada cuando el idioma nativo no se comparte).
Asegurar el entendimiento es una de las partes básicas de cualquier proceso comunicacional, pero esto debe reforzarse más aún cuando existen barreras idiomáticas en juego. Barreras que incluso pueden verse fortificadas si hay distancia geográfica de por medio (con la falta de la gestualidad que podría aclarar alguna mala interpretación, evitando las crisis económicas de las que hablábamos al principio de este posteo). Por eso, cuando nos encontramos ante casos así, donde la cultura juega un papel tan importante, es hablante nativo quien debería hacer el esfuerzo extra para asegurar la correcta interpretación de lo que está queriendo decir.
Quienes hablan un idioma y deben comunicarse en otro, harán un esfuerzo mucho mayor, hablarán con más cuidado, más despacio, e intentando asegurar el entendimiento de su interlocutor. Ya lo decíamos en un posteo en este mismo blog: aún cuando el idioma es el mismo, las referencias que empleemos, las imágenes que incluyamos, los modismos, expresiones, contracciones, chistes, referencias a una cultura particular y demás modo de comunicarnos debe considerarse y pensarse más de una vez (con la cabeza puesta en cómo podrían llegar a entenderlo “del otro lado”). ¡Ni hablar cuando se trata de un idioma diferente!
Quienes conocen al inglés como único idioma suelen tener problemas a la hora de darse cuenta de cómo hablarlo “internacionalmente”. De este modo, el “beneficio” de que su lengua natal sea internacional, se convierte en una enorme traba a la hora de comunicarse globalmente. Vaya paradoja
*el artículo original nunca develó cuál era la palabra que desató la crisis porque era demasiado clave y hubiese sido fácil adivinar de qué empresa se trataba.