¿Se puede ser un inmigrante empresarial?

Cambiar de "patria"

inmigrante
adjetivo · nombre común
[persona] Que llega a un país o región diferente de su lugar de origen para establecerse en él temporal o definitivamente.
 

Los invitamos a subir a un barco imaginario. Partiremos de un puerto indeterminado en algún lugar de Europa para cruzar el océano Atlántico y desembarcar algunas semanas después en las costas de América. Todo a nuestro alrededor está en colores sepia: hay baúles de madera llenos de recuerdos, viejas valijas de cuero apiladas y repletas de ilusiones, mar e incertidumbre a nuestro alrededor, pero también un horizonte desconocido y excitante como promesa de un futuro mejor.
El 4 de septiembre se celebra en la Argentina el Día del Inmigrante: aquella persona que proviene de un lugar diferente, un extranjero que llega a nuestras tierras con sentimientos encontrados: miedo, dudas, temor, alegría, entusiasmo, esperanza. ¿Qué tiene esto que ver con Blog C? ¿Acaso no veníamos a hablar de comunicación interna? Sí, qué ansiosos, ¡ya llegamos al punto! Me hicieron perder el hilo de lo que estaba escribiendo. Ah, sí, hablábamos de los sentimientos encontrados de un inmigrante. Sentimientos que también podemos encontrar cada vez que comenzamos un nuevo trabajo. Porque al pasar de una empresa a otra, también cambiamos de “región” y de “cultura”. Encontramos nuevas formas de hacer las cosas, nuevos colegas, valores, misión, ritos, e historias que no conocíamos y con las que deberemos convivir. ¿Podemos pensar entonces en un nuevo colaborador como un inmigrante laboral? Desde Vector C creemos (salvando algunas distancias -y océanos-) que sí.
Las migraciones se dieron desde los comienzos de la historia, pero durante la segunda mitad del siglo XIX comenzó a impulsarse la navegación transoceánica, y esto sumado a las crisis económicas y políticas de Europa fueron la combinación perfecta para la gran inmigración Europea. En la actualidad, para un trabajador, ¿cuáles son los factores que lo impulsan a cambiar de “patria”? Si bien la inestabilidad económica actual es justamente es lo que hoy lo mantiene aferrado a lo conocido, las nuevas generaciones (nietos y bisnietos de aquellos inmigrantes de los barcos) vienen con un nuevo chip, en el que los desafíos y los ideales tienen muchas veces tanto o más peso que la estabilidad y “lo seguro” y son motivos suficientes para abandonar “la patria” anterior. 
Allí por el 1800, nuestro país recibía a los inmigrantes con tierras y trabajo. Pero no había un programa que les ayudara a establecerse culturalmente, a aprender el idioma. De esto sí hemos aprendido en el siglo XXI, y por eso muchas empresas tienen programas formales o informales de Onboarding, indispensables para ayudar al nuevo colaborador a generar un vínculo rápido con su nueva organización, a que comprenda el nuevo idioma en el que deberá hablar de aquí en adelante, cuáles son las normas y costumbres de este nuevo lugar, qué actitudes son bienvenidas y cuáles es mejor dejar en la valija.
Pero para ser un inmigrante, se debe haber sido un emigrante previamente. ¿Qué tuvo que dejar atrás esta persona? ¿Realmente lo dejó atrás o lo lleva consigo? Cada nuevo colaborador trae su propio “equipaje”. Por supuesto que a la hora de abrirle las puertas a la empresa el equipo de reclutamiento analizará si su forma de ser es compatible con la cultura que se quiere generar. Pero esto no implica necesariamente contratar siempre a los mismos perfiles (en ese caso, se perdería la valiosísima diversidad cultural). Por este motivo, el onboarding es mucho más que una inducción, no es un proceso de “barrido y cuenta nueva”, sino de aprovechar todo el bagaje anterior del “inmigrante laboral”, sus experiencias previas -que puedan transformarse en nuevas ideas, en cosas que no habíamos pensado, en puntos de vista diferentes que nos enriquezcan-. El onboarding tiene que ver justamente con esta doble vía para que el nuevo colaborador se integre a la cultura de la empresa, y que pase a formar parte de la misma sin olvidar los contenidos que trae en esa vieja valija de cuero que bajó del barco. Valija que, al final del recorrido, atesorará muchísimas historias, culturas y “patrias” más. Porque los inmigrantes empresariales del siglo XXI tienen alma de viajeros, y se suben y bajan del barco a medida que encuentran nuevos retos en el horizonte. Mientras tanto, por lo que dure el viaje, mejor que estén “on board”.