En busca de la oveja negra

Normalmente, solemos huir de ellas. Intentamos ocultarlas, pues no se adaptan a lo que queremos que sean. No adhieren al status quo. Se revelan, dicen lo que piensan, hacen lo que quieren o lo que creen mejor, sin importar si es lo “políticamente correcto”. Viven su vida según sus ideales. Un momento… ¿no es acaso lo que todos queremos? Entonces, ¿por qué les escapamos?
Tienen tal mala fama, que nadie quiere tener una oveja negra cerca. Sin embargo, lo ideal para cualquier organización es que el “rebaño” sea negro. Y blanco. Y rojo, amarillo, azul, dorado, tornasol, y toda la paleta cromática. Porque nada peor puede sucederle a una empresa que contar con colaboradores pasivos, que toman lo dado por válido, que no se hacen preguntas. Que piensan y actúan de igual forma. Empleados desinteresados, que “hacen” porque “hay que hacer”, sin preguntarse el porqué. Sin detenerse a pensar si es la mejor opción. Sin agregar la milla extra que tanto enriquece a las organizaciones.
Son los colaboradores los que hacen de una empresa el mejor lugar para trabajar. Los que la enaltecen, los que la representan, los que piensan en las mejores formas de hacer las cosas. Y eso solo puede lograrse desafiando lo establecido. Teniendo una voz y un criterio propio. Haciéndose oír. No olvidemos, del otro lado, que la escucha es el primer paso para generar una Comunicación Interna verdadera.
Que no se malinterprete. El desafío no tiene por qué ser soberbio, ni desde una postura agresiva. Simplemente, queremos colaboradores pensantes, no robots que acepten pasivamente las instrucciones sin siquiera intentar comprenderlas. Es mejor tener una persona en desacuerdo, que una persona a la que todo le da igual. Eso, a la larga, enferma a las organizaciones. Y las queremos sanas. Porque, en esto, como en la vida, también lo primero es la salud.
Recordemos que una de las principales responsabilidades de los colaboradores (más específicamente de los Gestores) es la proactividad. Esto implica, entre otras cosas, preguntar aquello que no se haya comprendido o discutir (amablemente) aquellos temas sobre los que no se está de acuerdo. No es necesario ponerse los guantes de box para ser la oveja negra. Solo es necesario tener un criterio propio, interesarse por lo que sucede en la organización para la cual uno trabaja 8 hs (en teoría) al día. Ser conscientes del valor que esto puede agregarle a la misma. Estar motivados y comprometidos con los resultados.
Busquen a las ovejas negras dentro de sus organizaciones, y dejen de intentar teñirlas de blanco. Verán cuánto más rico es el resultado.