Severance

¿La peor pesadilla? Personas vs. trabajadores

Imaginemos que nos despertamos en la sala de conferencias de la empresa. La confusión es total: ¿dónde estoy? ¿cómo llegué aquí? Pero, más terrorífico aún: ¿cómo me llamo? ¿quién soy?

Pero basta de imaginación, volvamos a la realidad. ¿Cuántas veces hemos leído, escuchado, o incluso dicho -quienes trabajamos en tareas relacionadas con recursos humanos o comunicación interna- frases como estas en nuestra cotidianeidad?

  • “Las personas no son robots”
  • “Nuestros colaboradores también son personas”
  • “Tenemos que pensar en que nuestra nómina está compuesta por personas antes de que por empleados: madres o padres, tíos o tías, hijos o hijas…»

Muchas, ¿verdad? Pero, ¿qué tan ciertas son?

El mundo de las artes (literatura, cine y series principalmente) se está convirtiendo cada vez más en un tenebroso espejo que refleja un posible -y no tan lejano- futuro laboral. Tal es el caso de Severance (separación en inglés), serie de Apple TV lanzada a principios de este año en cuya primera secuencia se muestra el párrafo inicial de este artículo, y que tiene una premisa interesante: ¿qué pasaría si pudiéramos dividir nuestro cerebro en dos, y activar una u otra parte dependiendo de si estamos dentro o fuera del lugar de trabajo? Si nos convirtiéramos en personas completas, pero con recuerdos o vivencias incompletas.

La pregunta cuasi filosófica que se plantea la serie nos dejó pensando en la realidad laboral del presente, y nos disparó inmediatamente un montón de otras preguntas acerca de un posible futuro distópico del trabajo: ¿serían más productivas las personas si, dentro de la empresa, no supieran lo que pasa en el mundo exterior? Si no recordaran sus problemas personales, no supieran si tienen pareja, familia, amistades… en principio, parece un beneficio para la organización y también para la persona, que lograría mejores niveles de concentración y efectividad en sus quehaceres laborales. Pero a medida que avanzan los capítulos se le escucha decir a uno de los personajes dentro de la oficina: “Cada vez que te encuentres aquí, es porque has elegido volver”. Entonces, siguen las preguntas: ¿quién lo ha elegido, el “yo” del adentro o el del afuera? ¿Qué pasa si al “yo” del adentro no le gusta el trabajo? Si la estuviera pasando realmente mal, si quisiera renunciar, ¿podría hacerlo, o dependería del otro “yo”? ¿Qué pasa si el “yo” del afuera necesita sí o sí permanecer en el trabajo? ¿Quién tiene el verdadero control? Y, ¿qué rol juega la organización?

Hasta aquí, dudas que conciernen al “yo” laboral. Nos surgen preguntas también respecto del “yo” extralaboral: ¿serían más felices las personas si pudieran dejar los problemas del trabajo dentro de las cuatro paredes de la oficina, sin que estos interfirieran en el ámbito personal? ¿Lograríamos aprovechar mejor nuestro tiempo, disfrutar más o pasar más tiempo de calidad? A priori también parece algo positivo. Por un lado, gracias al beneficio de no llevar a casa el estrés laboral. Tampoco recibiríamos mensajes fuera de horario los fines de semana. Por supuesto que no nos preocuparíamos por hablar mal de nuestros empleadores en las redes sociales (ni por el subsiguiente telegrama de despido) porque directamente no recordaríamos nada para criticar. Pero, ¿y las contras? Las dudas. Las contras son las dudas, la curiosidad innata del ser humano, la necesidad de entender; ¿en qué tipo de ambiente paso 40 horas a la semana? ¿Con quiénes? ¿Tengo amistades en la oficina? ¿De qué trabajo? ¿Qué hago la mitad de mi día? Y aquí, un planteo más que rico, porque estamos hablando nada más ni nada menos que del propósito laboral y de su importancia.

Así como lo desconocen las personas fuera de la oficina, lo más interesante es, tal vez, el hecho de que dentro de la misma sucede algo igual: los protagonistas se pasan las horas analizando un sinfín de números sinsentido (“números que dan miedo”), e imaginando qué impacto tiene esta labor en el “afuera”. ¿Estaremos salvando a la humanidad de una guerra? ¿Habremos impedido un tsunami? ¿Acaso acabamos de evitar la extinción de una especie? No sabemos por qué la empresa omite dar esta información a los equipos de trabajo. Sí sabemos, en cambio, los efectos contraproducentes que esto puede conllevar (lo vemos en la vida diaria, no es necesario siquiera ver la serie para entenderlo): falta de motivación y de compromiso, esparcimiento de rumores, malestar entre áreas por no saber si se está persiguiendo un objetivo en común… Claro que en la vida real tenemos la oportunidad de elegir si quedarnos o no trabajando para una empresa que no comparte su propósito. Pero, ¿y la gente “separada”? Se explora así, capítulo a capítulo, un escenario de pérdida total del control y de confusión por saber qué realidad es más real. Un loop infinito, una realidad paralela al mejor estilo “La invención de Morel”.

Pero recapitulemos. Volvamos a esto que planteamos en el inicio, y que repetimos siempre: ¿somos personas con un trabajo, o somos trabajadores por un lado y personas por el otro? El poder (y la responsabilidad) de evitar caer en el futuro distópico como el que hemos descripto lo tienen las empresas. Futuro no tan futuro, por otro lado, ya que lamentablemente existen al día de hoy muchas organizaciones que aún no tratan a su plantilla como personas. Entonces, la pregunta más importante que debemos plantearnos tal vez sea: ¿qué tan lejos estamos realmente de la separación?

Disclaimer: Apple TV no nos ha pagado un centavo por promocionar esta serie. Pero ¡véanla! No se van a arrepentir.

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